sábado, 3 de noviembre de 2007

Historia de misterio (si, si, ya sé que Halloween ya fué hace dias...)

Todo comenzó de manera normal.

Un decorador de interiores es contactado por un conocido agente inmobiliario. Este tiene un trabajo para solicitarle y acude a él porque lo ha oído nombrar anteriormente. En el ambiente de los bienes raíces, este agente (de ahora en más, el cliente) es conocido por ser uno de los pioneros en su método de negocios, el cual a su vez tiene amantes y detractores. La innovación es una de las cualidades de ese modelo de trabajo y a modo de ver de algunos, es su única cualidad.

El decorador es conocido en su área de trabajo, aunque prefiere mantener un perfil bajo. No le gustan los ambientes ruidosos y prefiere la simpleza y la tranquilidad, antes que la vorágine inherente a los negocios y al trajinar de hoy día.

El cliente le dá la única llave de una casa al decorador y le dice "Quiero que decore un apartamento. Tengo otro apartamento que quiero que tome como referencia, para que este quede igual que ese. La familia que vive ahí necesita tener todo igual que en su casa, porque pienso mudarla en pocos días para poder vender el viejo apartamento donde hoy vive.", a lo cual el decorador responde: "Visitaré la otra casa para ver que esta quede lo más parecida posible, de manera de poder mudar a esa gente y que sus vidas no sufran cambios.", con lo cual se pone manos a la obra.


Cuando el decorador vé el apartamento anterior, se dá cuenta de que muchos de los muebles son bastante antiguos, y de hecho, no se pueden conseguir ahora en el mercado. También nota que el decorador anterior ha hecho estragos en cuanto a la estética (especialización de los decoradores) y que probablemente reproducir este apartamento, además de no ser fácil (dada la falta de mobiliario similar en estas épocas), sería súmamente inapropiado, ya que los conceptos estéticos que dicho decorador utiliza discrepan en demasía con los del decorador anterior, el cual tenía un gusto pésimo (rayando incluso en lo obsceno) e inapropiado para el caso de una familia como la que allí vive. No tiene contacto con la familia, así que desconoce por completo cómo son, aunque por algunos detalles de la casa, se dá cuenta de que la familia es bastante vulgar y hasta se podría decir, poco amigable.

El decorador le explica esto al dueño de los apartamentos, a lo cual este le indica que ya no puede trabajar más con el decorador anterior, dado que este se fué del país y ya no está disponible, con lo cual cualquier contacto con el mismo es imposible, y que ahora, el encargado de la decoración es el nuevo decorador, así que el criterio que éste aplique será aceptado, siempre y cuando la familia que viva en el nuevo departamento quede complacida con el trabajo, aunque, según lo que el dueño cree, la familia es muy dócil y se ajustarán sin problemas a cualquier esquema que el decorador realice. El decorador no está tán seguro, pero accede a decorar el apartamento según se le ha especificado.

Cuando el decorador inicia el trabajo de decoración, nota algunos detalles que dificultan la aplicación de los nuevos conceptos estéticos de moda, dado que los muebles que se consiguen son mucho más modernos y es posible no le resulten agradables a los nuevos ocupantes, habituados a otra forma de vida, así que le pide al dueño de los apartamentos más información sobre la familia que va a vivir en la nueva casa, a fin de ajustar el amoblado y las decoraciones y hacer más fácil la vida de los mismos, o por lo menos, que su vida transcurra igual que en el apartamento anterior. El dueño lo incita a seguir adelante y el decorador, a pesar de no tener una referencia certera, adquiere algunos muebles de buena calidad, los instala y vá arreglando lo que puede.

Igualmente, le insiste al dueño para que éste le permita hablar con la familia y obtener más información acerca de sus gustos. El dueño comienza a demostrar cierta apatía y rechazo ante la posibilidad de que el decorador conozca a la familia (el decorador nunca los vió) y de hecho, comienza a darle datos fragmentados e inconexos sobre los gustos de los mismos, sin llegar a dejar entrever todos los detalles. Es como si escondiera algún secreto oscuro que no desea develar. La familia parece ser un misterio que solo él conoce y que nadie más debe conocer, aunque no queda claro el porqué.

El decorador comienza a preocuparse, dado que le es imposible saber si la familia nueva va a ajustarse a los cambios y no los conoce lo suficiente como para poder determinar si ciertamente van a estar contentos o no. Le exige con firmeza más información al dueño del apartamento, el cual omite dicha información y en cambio le envía quejas sobre la lentitud del trabajo. En un momento dado, el decorador y el dueño discuten sobre estas cuestiones y el dueño, obfuscado, decide dejar el asunto para más adelante, cuando se sienta mejor anímicamente (este cambio le resultó demasiado complicado, lento y le ha hecho perder dinero, a causa de la imposibilidad de la venta del apartamento anterior), dejando al decorador de lado con el trabajo a medio terminar.

El decorador comienza a investigar por su cuenta al dueño, enterándose de los diversos problemas de dinero que tiene y de su negocio, que a pesar de aparentar funcionar muy bien, se ha venido deteriorando a causa de problemas internos y de cuestiones económicas. Aparentemente, la relación con el decorador anterior sufrió también a causa de estos mismos problemas y esa erosión causó que dicha persona dejara de darle servicio. Algo de luz aclaró algunas dudas, aunque todavía no se terminaba de entender los detalles acerca de la familia y sus necesidades. El decorador da por perdido el caso y deja que las cosas se encaminen solas. No vale la pena preocuparse por algo que en realidad no va a dar ningún beneficio.

Casi un mes después, el decorador es citado nuevamente por el dueño para retomar las tareas a fin de terminar el trabajo detenido, a lo cual el decorador acepta, aunque ya sospecha que las cosas no irán del todo bien. El dueño se muestra nuevamente accesible y amable, talvés en demasía. Algo extraño parece motivar al dueño a retomar el contacto con el decorador, como obligado por alguna extraña fuerza invisible, muy a pesar suyo. Parece sombríamente preocupado, pero no quiere permitir que esa preocupación llege a ser captada por el decorador. Su voz al teléfono es vacilante y entrecortada, y sin embargo trata de mantener la calma y hablar con sensatez, explicando su estado como una consecuencia del cansancio. El pedido es simple: volver al apartamento a continuar con el trabajo, con la promesa de que cualquier malentendido o discusión anterior quedaran en el olvido.

La duda se apodera del decorador mientras este se dirige hacia el nuevo apartamento. Sus pensamientos se centran en la forma de ser cambiante y extraña del dueño y en la familia que no ha logrado ver. Sentimientos extraños se agolpan en su corazón, una mezcla de miedo y euforia, una latente sensación de excitación causada talvés por alguna especie de peligro primitivo y acechante, la somatización de sus temores inconscientes aflorando lentamente y convirtiendo sus pensamientos en cristales afilados, capaces de herir al tacto. Un sudor frío recorre su cuerpo al llegar al porche de la casa y trata de no pensar, solo en actuar. Cerrando los ojos, hace un intento por entrar. Inserta su llave en la cerradura, pero se dá cuenta de que la misma fué cambiada. Intenta avisarle al dueño, pero este no está disponible y no puede contactarlo, así que en un acto talvés tonto y despreocupado, entra por una ventana que en un descuido, había quedado abierta. Una vez dentro, nota que el decorador anterior (quien supuestamente se había ido al exterior y no estaba disponible) había estado allí hacía poco tiempo y había hecho toda clase de cambios, adquirido e instalado otros muebles de menor calidad (descartando los que habían sido instalados por el nuevo decorador), en algunos casos aplicando el mismo mal gusto que lo caracterizó en el apartamento anterior y dejando muestras inequívocas de su paso y de sus desastres por doquier. El decorador finalmente logra contactar al dueño y le explica lo sucedido, a lo que el dueño dice "¡Imposible!, el no pudo haber hecho eso... ¿como puede haber pasado algo así? ¡Cambiaré la cerradura lo más pronto posible!".


El misterio se encarama sobre el decorador... Una sombra de horror lo invade y el decide tratar de entender cómo pudo ser posible que el espectro del decorador anterior apareciera de la nada e hiciera todos esos cambios sin que el dueño lo supiera... La inusual situación lo desorienta y las respuestas lo evaden. Una vez más siente que su corazón se acelera y que su respiración se entrecorta. Escucha un ruido en una de las habitaciones y sin pensarlo, se acerca lentamente hacia la puerta de la misma. Un leve sonido de repiqueteo comienza a llenar el ambiente y los oídos del decorador lo escuchan entremezclado con el de los golpes de su propia sangre en sus sienes, los latidos de su corazón desbocado. Cuando se asoma a la puerta, y a través de una endija puede ver al anterior decorador que está aún allí, ¡moviendo objetos y mascullando obscenidades y palabras sin sentido, como un loco enardecido!. De repente, como si hubiera detectado una presencia, el antiguo decorador se da vuelta hacia donde se encuentra el nuevo, y este da un salto hacia atrás, rogando no haber sido visto. El otro ráudamente se dirije hacia la puerta, la abre y sin ver a nuestro decorador (a pesar de estar parado al lado del marco), sale disparado a través de la puerta que da hacia la calle, dejando tras de sí un desastre de cosas desordenadas y varias incógnitas por resolver.

Cuando nuestro decorador ve todo aquello, se queda paralizado. ¿Como puede ser que el viejo decorador apareciera allí, de la nada y haciendo cambios en el apartamento sin que el dueño se lo permitiera? ¿Porqué cambió la cerradura, aún a sabiendas de que el dueño podía darse cuenta fácilmente de dicho cambio? ¿Con qué autorización o derecho lo hizo?

Es necesario pensar con lógica. "Una vez analizadas todas las posibilidades, y descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad…", piensa el sagaz decorador, parafraseando al más famoso de los investigadores ingleses. Obviamente el dueño lo ha engañado, le ha hecho creer que el decorador anterior ha actuado por voluntad propia e independientemente de él, pero eso no puede ser cierto.

El decorador increpa al dueño sobre los hechos, con pruebas contundentes descubiertas durante una revisión del lugar (se encuentran facturas de compra de los muebles mediocres descuidadamente abandonadas en un aparador) y este, sin negar su complicidad con el anterior decorador, pide clemencia mediante acciones, más no con palabras, lo cual es entendido por el nuevo decorador como un acto cobarde y desesperado del dueño por evitar un mal mayor, así que lo deja en su desgracia y decide tomarse un momento para pensar.

¿Que hacer ahora?, es la pregunta. ¿Seguir la farsa del dueño y terminar el trabajo o retirarse sin más, abandonándolo a su suerte con el anterior decorador? Como profesional, le preocupa que el dueño se tome a mal sus acciones y dé referencias negativas de él a otros potenciales clientes, incurriendo en falsas acusaciones y talvés comentarios soeces. Sería su palabra contra la del dueño. ¿Cómo podría explicarle al resto del mundo lo que pasó aquí? ¿Quien lo tomaría en cuenta al explicar su encuentro con el anterior decorador? ¿Existe una salida fácil e inocua de esta situación?


¿Qué haría el lector en la piel de nuestro decorador?

Vea el desenlace de esta historia en nuestro próximo capítulo, a la misma hora, en el mismo canal (no, mejor no... la historia todavía sigue, pero no creo que agregue más nada a lo que está escrito).



Bueno, esta historia con rivetes de misterio es nada más y nada menos que una adaptación de una historia real. Los nombres han sido omitidos, las profesiones y los lugares cambiados para proteger a los inocentes (y a los no tan inocentes). Se aplicó algo de dramatización, para darle suspenso y sabor a algo que realmente no lo tiene (al mejor estilo de Hollywood).

Calculo que los buenos entendedores sabrán de qué se trata y cómo viene la cosa, así que no voy a dar más detalles.

Lo único que me resta agregar es que a veces nos toca vivir algunas historias de misterio (o de terror) como esta y que no nos hace nada de gracia, aunque como siempre, sabemos que es parte del trabajo y que hay que aceptarlo.

Los dejo que sigan con sus cosas, bastante tenemos todos para calentarnos de vez en cuando.

¡Feliz Halloween atrasado! :-)

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Gustavo Castro

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