lunes, 12 de julio de 2010

Érase una vez, en un universo alternativo...

...la copa FIFA 2010, en Sudáfrica.

Partido Uruguay vs Ghana. Los Black Stars contra los Charrúas, después de leer la proclama anti discriminación y racismo, se miraban como si fueran a masacrarse. Y fué una masacre. Los morochos repartieron zapatillazos como si se tratara de un mundial de kickboxing...

Pero en el minuto 38 del primer tiempo, Diego Lugano esquiva a Vorsah en el área y sale intacto de una caída declarada inminente. Momentos ántes, Lodeiro salta dos décimas de segundo antes de lo previsto y se salva también de una segura lesión en el talón.

Ya en los minutos finales del partido, la artística caída de un ghanense en el área de Uruguay levanta sospechas, pero el juez y las cámaras dicen que no fué falta, así que Fernando Muslera rechaza el balón, y lo patea al centro de la cancha. Como no hubo penal, no hubo necesidad de contar con más de un arquero...

El juez, viendo que ya se extendió demasiado el plazo y que la tensión se disipa luego de un frustrado ataque ghanense, pone fin al partido.

Uruguay le gana a Ghana por un gol contra cero. Se ve a Lugano corriendo y festejando junto a Suarez, Fucile y Lodeiro. Todos abrazan a Forlán, ejecutor fiel del plan del Maestro Tavarez.

Se viene el partido con Holanda.

Un rival dificil, que nos hace sudar, pero un gol de Suarez a los 94 minutos del segundo tiempo (ya fuera de la hora reglamentaria y cuando los pesimistas de siempre daban por perdido el partido) pone fin a la hegemonía holandesa, muy a pesar del acérrimo desprecio que nos demuestran los golpes solapados que nos distribuyen nuestros antagonistas europeos. En el aire se olía el miedo que le tenían los holandeses a Suarez, a quien ya conocen por haber estado entre ellos durante algún tiempo.

Ya se hablará del milagro uruguayo, luego del ajedrecístico movimiento de Maxi Pereira a los 92 minutos del partido, y la imparable bomba de Suarez dos minutos después. Los siguientes 30 minutos son sufridos, pero la superioridad y destreza de Muslera nos salva tres veces más, y en un despliegue de calidad técnica, Diego Forlán despide a los holandeses con una muestra grátis de Jabulani, enviada como por correo certificado a la esquina superior derecha del arco custodiado por un incrédulo Stekelenburg, quien luego de saberse derrotado, en un arranque de ira patea el arco y exuda improperios ininteligibles al máximo artillero uruguayo. Llantos se suceden por doquier, de pena y de alegría. Se termina el partido y Uruguay está en las finales.

España nos hace frente como nunca jamás. Y si... verse de frente con un equipo que ya tiene dos victorias mundiales, múltiples medallas olímpicas y 14 copas sudamericanas ganadas es como para que te dé miedo. Más que un partido de futbol, parece la instancia de un conflicto bélico. Resurjen odios ancestrales, reminiscencias de una américa despojada hace 500 años y que se defiende del invasor español, quien alude a todo tipo de artimañas, espejos y lanzas, escudos de metal y fieros guerreros que brillan sobre monstruosos animales de cuatro patas. La garra charrúa se demostró en pleno, luego de que Iniesta lograra escapar desde el mediocampo y atravesara la barrera casi impenetrable de Muslera, dándonos de pleno en el pecho, a los 38 minutos del primer tiempo.

España quiere mantenerse, cercando su mitad. No la electrifican porque las reglas no lo permiten, pero los once españoles pasaron el resto del primer tiempo saqueando y rechazando embistes de un Uruguay peligrosamente enfurecido. Y esa misma furia jugó en contra de los charrúas, penalizando en la destreza y la precisión, hasta que se alcanzó el final de la primera mitad del encuentro.

El Maestro Tabarez apacigua a las enfurecidas fieras en el entretiempo, y con razón y astucia táctica, entrega nuevas instrucciones a los guerreros celestes.

Arranca el segundo tiempo y tras siete minutos, una pelota interceptada por Lodeiro pasa al campo del enemigo y es recuperada por Suarez, que levanta un centro desde la esquina derecha hacia la cabeza de Lugano, quien tras eludir a un Gerard Pique trabajando por debajo, y el salto de un Carles Puyol más aéreo que nunca, balancea el marcador antes de que España se diera cuenta de que cambiar la táctica fue un error. El resto del partido transcurre en un intercambio feroz de embistes y escapes adelantados, hasta que el trío defensivo español comete un error imperdonable que se configura en falta contra Lugano, a escasos metros del área española.

Forlán no perdona, como tampoco perdonaría Villa ante una oportunidad tan dulce. Un tiro libre con barrera, desde la mitad izquierda de la cancha. El pié derecho del artillero golpea el balón y este describe una parábola inmaculada, contrastando con el fondo del oscuro cielo africano, esquivando contrincantes y emitiendo un zumbido que cual rugido de león, llena de pánico los corazones de los enemigos venidos desde la madre tierra. El arco parece cerrarse para evitar el impacto, pero no hay Casillas que pueda detener un disparo certero de uno de los mejores jugadores del mundo. Ante el ensordecedor grito de las vuvuzelas, España desespera y las emociones encontradas enceguecen a esos toros enfurecidos, quienes presas del miedo y de la certeza de la derrota ante un enemigo superior, se despiden de la posibilidad de ganar su primera copa mundial.

Termina el partido. Uruguay es, por tercera vez, campeón del mundo.

Surgen los debates entre expertos. Arbitrajes impecables, canchas perfectas, un comportamiento deportivo ejemplar de parte de los jugadores y de los directores técnicos. Cero tarjetas rojas, y solo algunas amarillas. Ni siquiera los ghanenses (que lucharon con violencia) fueron vistos con malos ojos, porque se justificó que defendieron su posición como únicos representantes en su continente. Una FIFA extrañada, pero contenta con la resolución.

¡Que lindo sería vivir en ese universo!, ¿no?...

Pero no, en nuestro universo Uruguay no ganó el mundial. Jugamos contra equipos de catorce jugadores, con estrellas lesionadas, con una FIFA con marcado favoritismo mercantil con Europa y con todas las probabilidades en contra desde que arrancamos, a pesar de que no perdimos un solo partido hasta que jugamos contra Holanda. Y muchos nos acusaron de robar un partido con una mano frente al arco, un partido que ya nos habían robado con un penal inexistente. ¿Será que nos gusta quejarnos de todo, porque siempre los demás tienen la culpa de nuestra derrota? No sé si en este caso es "tan" así...

Uruguay dió lo que tenía para dar, y llegó lejos como hacía mucho tiempo que no llegaba. Realmente, considero a esta selección como ganadora del mundial. Ellos renovaron la esperanza y remaron contra todo para darnos la alegría de formar parte de los cuatro mejores equipos de futbol del mundo, en una disciplina que merece llamarse "mundial", porque participan en ella más de 200 países.

Imagínense como será, que a mi, que no me interesa el futbol, se me dió por escribir esto en mi blog...

¡Salúd, Campeones!

2 comentarios:

Rorro dijo...

Eselente el post, Castro...!!!

Anónimo dijo...

La verdad que si, como sera de gloriosa la participacion celeste que te hizo hablar de futbol !!
Vamo' Uruguay carajo!!!

 
Gustavo Castro

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