martes, 27 de mayo de 2008

Lo barato sale caro. Lo gratis, también.

Hace algún tiempo que tenemos como cliente a una pequeña empresa del ramo de la maquinaria y equipos de producción y de control (así se presentan). Una de las particularidades de esta empresa es un eficiente y minimalista manejo de los recursos monetarios, a tal grado que las decisiones que involucren inversiones de cualquier tipo o que afecten de alguna manera la economía de la empresa en fracciones de unidad son siempre un tema de discusión y de debate acalorado en la mesa directiva. Creo que así ilustro bastante claramente el concepto.

Cuando empezamos con ellos, les diseñé un sitio web en el cual utilicé modelos en 3D realizados con programas de modelado y de manejo de gráficos, lo cual me permitió comenzar a esbozar la idea que me habían dado originalmente cuando nos reunimos la primera vez: la tecnología y la innovación. El diseño preliminar no gustó para nada y fué descartado sin más, pero no por un problema en cuanto al diseño, sino a preconceptos de uno de los dueños, pasando ellos a realizar su propio diseño, convirtiéndome yo en "implementador" de sus conceptos, mas no diseñador como originalmente era.

Finalmente, después de varios trajines, se terminó el diseño del sitio, el cual no me satisfizo para nada, pero como era lo que el cliente quería (y también era lo que pensaba pagar), así fué como quedó. Por supuesto que mis ideas de dinamizar el sitio con el uso de lenguajes de scripting del lado del servidor, para agregar reactividad y movimiento, fueron descartadas también por resultar demasiado caras para el cliente, sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de empresarios tienden a comparar elementos incomparables sin tener experiencia ni capacidad para hacerlo. No importaba si presupuestábamos con opción a pago en varias y accesibles cuotas o no. El tiempo que se invierte en hacer el trabajo tiene un costo, el cual es siempre inaceptable para las empresas como este cliente. Y así prevaleció el precio y la "razón del cliente" por sobre todo lo demás.

Tengo la particularidad de ser bastante exigente en cuanto a mi trabajo, sobre todo en lo que respecta al diseño de conceptos gráficos y de elementos funcionales. No soy un gran diseñador, pero cuando me propongo algo, trato de hacer lo mejor posible y quedar contento con el trabajo hecho. En este caso, fué todo lo contrario. El sitio web terminado era la antítesis de lo que yo quería lograr, era demasiado pobre y poco interesante, y solo respondía a la necesidad de "estar en internet", no a la necesidad de "tener una buena imagen en internet", que era mi objetivo al principio. Pero lo que sí tenía, era que había salido barato, que aparentemente era el objetivo principal del cliente.

El tiempo pasó, y esta gente empezó a darse cuenta de que necesitaban que el sitio tuviera e hiciera más cosas, pero todo sale caro cuando uno no quiere invertir absolutamente nada, así que todo presupuesto fué rechazado, a lo cual simplemente el sitio fué quedando como una reliquia infame e indigente, juntando polvo en el cyberespacio.

Hace poco, este cliente me contactó de nuevo para decirme que iban a rediseñar el sitio. Naturalmente que consiguieron alguien cuyo presupuesto era imbatible, lo cual no es raro en un país donde hay tanto desempleo, a pesar de que en el área informática, si no tenés empleo hoy día es porque no estas a la altura del trabajo que se ofrece, dado que abundan las opciones y la demanda de mano de obra calificada. Así que me limité a esperar y ver el resultado. Solo gratis podía ser más barato que lo que nosotros habíamos cotizado, así que no esperaba un gran despligue de solidez y buena calidad.

Y el resultado no se hizo esperar...

Primero, tuve que explicarle a la persona que desarrollaba el sitio, que existe un protocolo llamado F.T.P., mediante el cual se podía publicar el nuevo sitio en el servidor donde estaba el anterior, algo que aparentemente el desarrollador no sabía. Pero además de eso, los desarrolladores (eran en realidad varios estudiantes de una academia que se presenta como instituto universitario) parecen haberse salteado gran parte de la escuela primaria, donde enseñan a escribir palabras con todas las letras (y donde también enseñan a poner éstas llamadas "letras" en las posiciones correctas). Y ni que hablar que ninguna de las páginas del sitio tiene título (bueno, tienen un título que dice "Documento sin título"...), sin contar tampoco que el formulario de contacto (el cual también tenía el sitio que yo había diseñado originalmente y que le daba la poca utilidad que éste último tenía, dado que recibían bastantes consultas a través de él) no hace absolutamente nada cuando uno lo llena y presiona el botón "Enviar". Me dá miedo pensar en qué podría pasar si ese formulario se habilita finalmente (asumo que el sitio está de alguna manera sin terminar) y este "experimentado" equipo de desarrolladores decide que se procesen esos datos a través de un programa en el servidor...

Hay que agradecer a DINAMYPE por poner al alcance de los empresarios como mi cliente, esta "mano de obra calificada" a un precio razonable, así quienes no quieren la calidad, la funcionalidad y la seriedad que proveemos quienes cobramos por nuestro trabajo, pueden tener productos de la calidad que se merecen, sin tener que arriesgar nada más que su imagen, que por lo pronto parece ser el pasivo al que menos valor le dan.

Resulta extrañamente alarmante que el representante del instituto evoque esta "exitosa" operación con un dejo de orgullo y pompa, lo cual es una clara demostración de falta de información y de exceso de confianza en un proceso que tiende a alimentar el concepto de que principiantes sin experiencia y mal capacitados pueden producir desarrollos válidos y viables en un área súmamente competitiva y donde hay altos standards técnicos que contemplar y respetar, no solo por una cuestión de imagen, sino también por una cuestión de seguridad. No solo hablamos de producir algo que se vea bien, sino de producir algo que también funcione y se comporte bien.

Todavía hay "empresarios" que siguen creyendo que la inversión real en productos de buena calidad es un gasto inaceptable, y que lo barato o lo gratis es realmente barato o gratis, siempre que no se vea salir dinero de sus bolsillos.

Como dice el comercial de la conocida tarjeta de crédito:

Ver una empresa hacer el ridículo por no querer pagar por un trabajo bien hecho, no tiene precio. Para todo lo demás, está MasterCard.


:x

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Gustavo Castro

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